Paradójicamente, he podido observar por comentarios de mi entorno y en las redes sociales, que cuanto más llenamos nuestra cabeza de ideas como: los beneficios que pueda tener un alimento, si un nutriente es mejor tomarlo en el desayuno o en la cena, si una fruta puede o no comerse después de las comidas… Es decir, de ideas provenientes de la divulgación en “nutrición”, posiblemente, peores elecciones hacemos en nuestra alimentación.
Se generan muchas dudas y falsos mitos, tras una mala interpretación de datos obtenidos de estudios científicos sin tener en cuenta el contexto. Difundir a la ligera este tipo de mensajes difusos y puede dar lugar a dejar de consumir alimentos saludables y, lo peor de todo, comer en su lugar alimentos que no lo son tanto.
¿Por qué nos preocupa tanto si la piel de la fruta es sana o insana? O si es indigesto comer lechuga por la noche, o fruta después de las comidas. Legumbres para desayunar ¡Qué disparate! Pero un kebab a las 4 a.m., o un “chupito” de licor de hierbas después de las comidas, no lo discute nadie.
Con esto no quiero decir, que no sea interesante conocer las diferentes propiedades de los alimentos, procesos culinarios adecuados para explotar los ingredientes al máximo, conocer qué alimentos nos pueden sentar mal si tenemos DIAGNOSTICADA algún tipo de enfermedad… Claro que debería fomentarse la educación en nutrición. Pero esta, debería enfocarse a procesos más generales. Saber qué grupos de alimentos y con qué frecuencia deberíamos incluirlos en nuestra dieta. Qué deberíamos evitar. Qué hábitos interfieren en la selección de un tipo de alimento. Qué necesidades especiales tenemos dependiendo de la etapa de la vida en la que nos encontremos.
Que nos digan que el calcio es necesario para la adecuada formación de los huesos está bien. Que la vitamina C es necesaria para las defensas también. Pero, ¿quién va a aprovechar mejor esta información? Sin duda, la industria alimentaria que etiquetará los envases con “CALCIO”, “Fortifica tus huesos”, “Ayuda a tus defensas”, y un sinfín de mensajes con declaraciones de propiedades saludables, que no son más que marketing para que escojas su producto. Y vaya… Normalmente son productos que no son para nada saludables. Que un “alimento”, si podemos llamarlo así, contenga una sustancia en concreto, no lo hace saludable, si en su conjunto está preparado a base de azúcar, harinas refinadas, y muchas cosas bonitas (alusión a la pócima que creaba a “Las supernenas”, pero esta vez, con estos productos creamos a SUPERNENAS y SUPERNENES.) Estos tipos de productos conducen a la obesidad infantil, entre otras cosas.
La forma en la que nuestro cuerpo aprovecha los nutrientes de los alimentos, no solo depende de los nutrientes en si, sino de la interrelación entre ellos. ¿Sabías que, incluso la red de fibras y compuestos químicos que se forman en la estructura de una fruta, hace que sea más nutritiva? Es así. Los seres vivos, y en concreto los seres humanos, hemos evolucionado de tal manera que nos adaptamos a NECESITAR ingerir estos alimentos para poder sobrevivir. NO PODRÍAMOS NUTRIRNOS ÚNICAMENTE DE PASTILLAS CON ELEMENTOS QUÍMOS AISLADOS.
¿Por qué nos calentamos tanto la cabeza? ¿Por qué simplemente no podemos COMER COMIDA? Hago énfasis en lo de COMIDA. Cuando no había procesos en los que se modificaban los alimentos hasta que dejan de ser alimentos, las personas comían escuchando a su cuerpo, comían lo que les gustaba, casi por intuición. De lo que tenían cerca, de lo que había en esa temporada, y de cuánto tenían apetito. Deberíamos recuperar un poco esta manera de alimentarnos, aprovechando los conocimientos ÚTILES de los que disponemos ahora.
Y recuerda, en caso de tener un problema de salud, en el cual interfiera la forma en la que te alimentas, SIEMPRE consulta a un profesional sanitario, y en concreto, prioriza la figura del Dietista-Nutricionista.